lunes, 12 de noviembre de 2007

NI REALIDAD NI FICCIÓN


¿Por qué el reality show nos invade?¿Qué tiene de diferente a otros formatos que lo transforma en un éxito asegurado en nuestros días? La respuesta seguramente no la sabremos a ciencia cierta, pero lo que sí es cierto es que ya casi no contamos con tiras diarias o semanales de ficción que en otras épocas eran las protagonistas des prime time en la pantalla chica. Hoy por hoy, en lugar de eso, está el reality show. De diversas temáticas, con distintos intereses y finalidades, algunos sociales, otros de concursos y otros sin ningún tema particular.
Entre los que conforman el último grupo, se encuentra el más emblemático y exitoso a nivel local y mundial (ya se hicieron varias versiones en países de todos los continentes del globo): Gran Hermano. Con una propuesta que pareciera algo absurda, pero que hoy es la clave de un éxito asegurado: mirar durante las 24 horas del día, los 7 días de la semana a 18 personas que conviven en una casa monitoreada desde todos los ángulos por varias cámaras y que no tienen demasiadas cosas que hacer, además de dedicarse al ocio, hablar con "gran hermano" y ofrecernos un espectáculo que hoy nos resulta interesante pero que, seguramente, hace unas décadas no hubiera encontrado respuestas del público.
Es que justamente hoy, con el capitalismo de ficción, la representación le gana a la realidad, pero no cualquier representación: la representación de lo real. En este sentido, parece que Gran Hermano reúne todas las condiciones para el éxito. No es la realidad, porque no sucedería si no existieran las cámaras. Es decir, es su vida en una situación extraordinaria, de encierro, conviviendo con personas elegidas en un casting y sin recibir ningún dato del "afuera" (es decir, del mundo real). Pero tampoco es ficción, ya que no son actores que repiten y representan un guión escrito previamente.
De esta manera, Gran Hermano nos da los que da el capitalismo actual: una sensación casi real, pero ficticia. Los vemos llorar, reirse, discutir, sentir miedo, angustia...casi como si estuviéramos ahí. Es la vida...espectacularizada. Podemos "compartir" y "sentir" con los protagonistas, pero también podemos apagar el televisor en un instante y seguir con nuestra vida ¿Será este el secreto del éxito? Quién sabe.

ENLACES

Gran Hermano Argentina
Gran Hermano España
Big Brother Brasil
Big Brother Australia
Curiosidades sobre GH en el mundo

LA TV HOMOGÉNEA



Cada vez son más los programas de televisión basados en ideas extranjeras que consumimos. Hasta hace una década, la tv que veíamos abundaba en programas originales, mejores o peores, pero pensados desde acá y para acá (a excepción de alguna novela venezolana de la tarde). Sin embargo, desde hace algunos años llueven los formatos importados -sobre todo desde EEUU- y las productoras nacionales se pelean para conseguir los derechos de los programas más taquilleros en el norte del continente y que, a su vez, ganan espectadores locales a través de su transmisión en canales de cable.
La modalidad es casi siempre la misma: se copia el formato y la estructura, pero se introducen algunos elementos locales que definen alguna particularidad del lugar donde serán recreados.
Entre los que más repercución tuvieron, se cuentan la versión argentina de La niñera, que perdía la gracia y el humor inglés de la original y en contraposición mostraba a la protagonista como fanática de Valeria Lynch y haciendo chistes sobre Susana Gimenez. En este formato de sitcom (30 minutos de duración, centralidad de los personajes y no de la historia, gags y carcajadas de fondo), tan distinto de nuestra clásica telecomedia costumbrista, también se vieron ¿Quién es el jefe?, Casados con hijos, Amas de casa desesperadas, etc.
Realities como Transformaciones, El gen argentino y Bailando, Cantando, Patinando, etc... por un sueño también forman parte de la larga lista de productos que se colaron en nuestra televisión local. Se hace el éxito sobre lo ya exitoso, todo se recicla, ya no se arriesga a lo nuevo, lo original y lo representativo de lo propio. No solo nos tenemos que vestir iguales, comer las mismas cosas, comprar las mismas marcas, sino que ahora también nos tenemos que reir de los mismos chistes y hacer un gran esfuerzo para identificarnos con realidades (que por más que se quieran trasladar con localismos absurdos) siguen siendo muy diferentes.

¿El mundo está poblado por consumidores más que por ciudadanos?


La cultura del consumo es la forma de la cultura política; los valores y las identidades principales se construyen en los espacios de consumo. Y ésa es la configuración política de nuestra sociedad. La sociedad de consumo es la sociedad de la exclusión. Uno de los principales elementos del consumo es sentir que participamos, que formamos parte de lo que está de moda, de actualidad. Cuando uno no está ahí, parece que no existe. Y sin embargo la sociedad de consumo no es la integración de todos indiscriminadamente, sino que establece formas de segregación, de exclusión, en el interior de una nación, de un país, de una comunidad, y por supuesto a escala planetaria.

Cuando aludimos a la sociedad de consumo posiblemente hablamos de una décima parte de la humanidad que es la que está plenamente integrada en estos juegos y símbolos, reparto de bienes, objetos y marcas. Esta exclusión permanente significa acumulación de problemas sociales. Es una parte importantísima puesto que parece que atribuimos la evolución de las sociedades a algo cuasi natural: no puede haber riqueza para todos, no puede haber procedimientos de igualación, en fin, una serie de tópicos que ya se han convertido en verdades inamovibles".

Se transforman en fetiche las mercancías y también los consumidores.

Por ejemplo el boom de la cirugía estética está en los orígenes de la cultura del consumo .Y ahí están quienes intentan convertir su cuerpo en algo fascinante, que nunca envejezca, que nunca se deteriore. Algo que obviamente no se reconcilia con la fragilidad humana. Pero esto también impone un modelo de gente joven, exitosa, competitiva. Más todavía, no solamente exitosa y competitiva, sino entregada al intento de representar algo muy poderoso, aunque no lo sea, como una especie de tiranía pre-adolescente. Acá vemos como el adulto va quedando atrapado en la “juventud”, digamos, en la búsqueda de ella, como consecuencia del modelo que exige la sociedad de consumo.

Si atribuyésemos estrategia cultural a todo esto, diríamos que estamos preparando los consumidores y ciudadanos de mañana. Que no sé si tendrán límites o paciencia, si respetarán las diferencias, a los más lentos, mayores, menos guapos, menos listos. Son los niños que exigen marcas y plantean una serie de nuevas demandas. Ahí está, también, la publicidad, que convierte al niño, al pre-adolescente, en consumidor principal, por ejemplo.